31/3/10

MIÉRCOLES SANTO, 31 de marzo de 2010

“Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, se dirigió a los sumos sacerdotes y les propuso: ¿Qué me dan si lo entrego a ustedes? Ellos se pusieron de acuerdo en treinta monedas de plata. Desde aquel momento buscaba una ocasión para entregarlo.” Mt 26, 14-16.

Judas es un personaje misterioso y contradictorio, en el que se mezclan voluntad y designio divino de una forma muy difícil de entender. Pero es un símbolo que nos retrata: todos tenemos algo de él.

¿No he amado/entregado a Jesucristo como él hizo? ¿No he sido fiel a mi ideal HASTA que algo lo hace flaquear? Y ese algo, ¿no ha sido algo que me reporta más beneficio a MÍ, más bienestar a MÍ? ¿No he sufrido la tentación de retirar mi vista de quien me lleva por un camino demasiado difícil, para volverla a mí mismo, que sé buscar caminos más placenteros? ¿No he tenido los ojos fijos en Jesús, pero no he aguantado, y he terminado fijándolos en otras personas o cosas que me satisfacen más? ¿No he besado a Jesús no por amor, sino para señalarlo y ser arrestado?

Señor, ayúdame a vivir con FIDELIDAD mi fe, cada día. Que te ame tan profundamente, que nada aparte mi mirada de TI, de TU proyecto de vida, de TU Palabra, de TU Reino que me invitas a hacer presente. No me dejes caer en la tentación de seguir otros dioses, y líbrame del mal del autocentramiento. AMÉN.

(Autor: Guillermo Rosas / g.rosas@sscc.cl)

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