Pasión de Cristo, pasión de Pedro, pasión del pueblo.
Les dijo Jesús a sus discípulos: “Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: “Adonde yo voy, ustedes no pueden venir”.
Simón Pedro le dijo: “Señor, ¿a dónde vas?”.
Jesús le respondió: “Adonde yo voy tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás”.
Pedro le preguntó: “¿Señor, por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”.
Jesús le respondió: “¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces”. (Jn 33.36-38)
“Yo daré mi vida por ti”. Pedro dijo esa frase a Jesús lleno de convicción, sabiéndose capaz de cualquier cosa por su maestro. Es la declaración de un héroe, dispuesto a darlo todo por quien sigue y ama. Sin embargo, Jesús sabe de la fragilidad de esa declaración. Pedro tendrá que recorrer todavía un camino doloroso, oscuro, terrible. Tendrá que vivir su propia pasión. Sin embargo, en ese Pedro que pregunta intempestivamente, lleno de curiosidad, que quiere seguir a Jesús ahora y dar su vida por él, ya está presente, como en semilla, el gran apóstol Pedro, la roca fundamental de la Iglesia. Su seguimiento de gelatina es transformado en roca por la inmensa misericordia de Jesús, su paciencia, su amor incondicional.
Preguntémonos: ¿Cuánto de roca y cuánto de gelatina tiene hoy nuestro amor por Jesús?
Meditemos en las actitudes de Jesús hacia Pedro y hacia nosotros. ¿Cómo se me ha manifestado esa paciencia de Jesús, su amor incondicional, su misericordia?
Pasión de Cristo, pasión de Pedro, pasión del pueblo…en estos días santos oremos por tanta gente de nuestro pueblo que sufre por las recientes catástrofes. En cada dolor, en cada lágrima reconocemos las heridas de Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario